domingo, 25 de enero de 2015

En Tierra Fértil


A finales del año pasado, mi hijo y yo estuvimos 2 meses en Colombia visitando a la familia y los amigos. Antes de viajar preparé una caja con numerosas y diversas actividades, todas ellas lúdicas, para ofrecerle a Tomás durante nuestros días de estancia. Revisé unos cuantos blogs de mamás homeschoolers, apliqué ideas compartidas en diferentes comunidades de educación en casa, imprimí, recorté y plastifiqué. Me subí a ese avión preparadísima e ilusionada. Estaba "lista" para iniciar mi camino como madre homeschooler! 

Llegamos a la "tierra de mamá", nos instalamos en casa de la abuela y Tomás descubrió que lo que menos le apetecía era estar en casa con mamá jugando con esas cositas que con tanto esmero e ilusión había hecho. Estaba en un lugar donde la temperatura es cálida, con un verde exuberante, con ruido y niños de diferentes edades desde tempranas horas de la mañana, con vecinos que abrían la puerta a la par que salía el sol, con la vida que transcurría fuera (en todos los sentidos). Su curiosidad y entusiasmo por vivir aquello de la única manera que los niños saben hacerlo, totalmente presente y a plenitud, fue más fuerte que responder a las expectativas de mamá y hacerla sentir orgullosa por todo el trabajo realizado. Mi primera reacción fue de frustración, de desconcierto, me sentí un poco perdida. Le había observado atentamente por espacio de varios meses, había identificado sus gustos e intereses para elegir aquello con lo que podía conectar, todo ese tiempo y esa ilusión no habían dado fruto. Y entonces, respiré y volví a respirar; y dirigí todas esas preguntas hacia mi interior. Primera reflexión, no es trabajo de mi hijo hacerme sentir orgullosa, esa necesidad reside en mi ego y soy yo la que debe velar por su bienestar y madurez, no mi hijo. Segunda reflexión, mantener las expectativas a raya habiendo tenido la educación que hemos tenido y mamado de la cultura en la que hemos crecido, cuesta una barbaridad. Está claro que este camino de cambio y de consciencia a penas está comenzando, es difícil, requiere de un esfuerzo importante, pero vale la pena. Vale tanto la pena, que mi hijo fue totalmente fiel a sí mismo, a su curiosidad, a sus emociones. Me lo dejó claro con una contundencia tal que no puedo más que sentir admiración por ese ser auténtico.

Todas estas reflexiones trajeron consigo unos cuantos aprendizajes y uno que otro regalo. Aprendí que para estar "lista" como madre homeschooler, lo primero que necesito echar en "mi caja" es una buena dosis de flexibilidad y respeto. Debo entender y aceptar, consciente e inconscientemente, que proponer es ofrecer sin ningún tipo de exigencia. Hace poco, en una formación que estoy haciendo sobre Pedagogía No Directiva, nos recordaban la raíz etimológica de la palabra RESPETO, y debo confesar que me enamoré de su significado: "Mirar de nuevo". Si es cierto que fui muy aplicada observando a mi hijo y eligiendo aquello que le pudiera interesar, pero se me olvidó que mi hijo es un ser autónomo, inquieto, ávido explorador que fluye constantemente. En mi afán de conocerle y en mi necesidad de sentirme segura ante este nuevo reto de educar en casa me olvidé de este "pequeño" detalle. Respeta a tu hijo, déjate sorprender con sus descubrimientos, disfrútalos, acompáñale con alma, cuerpo y mente en su caminar. Tomás no necesita una madre con un catálogo de actividades para que no se aburra y aprenda. OJO! Yo creo que mi hijo necesita que le "mire de nuevo" cada día. El catálogo lo necesito yo para sentirme segura, segura de que le brindo el estímulo suficiente, segura de que soy una madre que acompaña activamente. Pero hay que tener cuidado porque si mi objetivo es acompañarle, entonces debo asegurarle un espacio en el que pueda ser quien realmente quiere ser (con sus intereses, sus necesidades, etc...) y no quien yo, consciente o inconscientemente, deseo que sea.

Aprendí y recordé también, que cuando se viaja, el lugar al que llegas te brinda el estímulo necesario para aprender cada día. Si viajas con los ojos de un niño (gracias mi querido Tomás por ese maravilloso regalo) cada día es un placer para los sentidos. Tengo la sensación de haber experimentado los olores, los sabores, los paisajes, la gente con una intensidad diferente. Aceptar que mi hijo estaba fluyendo en otra frecuencia, me permitió conectar con él y conectar con una "olvidada" manera de vivir "mi tierra". Gracias hijo de mi alma por permitirme vivir con los ojos abiertos.